Conferencias, presentaciones de libros y otros
Trato de compartir algunos de los temas y momentos del encuentro, lo que no se cuenta en las reseñas.
Acompañan a la autora en Letras Corsarias, el editor Javier Jiménez, director de ediciones Fórcola y otro traductor, escritor y profesor de la universidad de Salamanca, Carlos Fortea. Este encuentro, como introduce Javier, nos permite asomarnos a las dificultades de su doble condición de escritores y traductores. En los últimos años estamos viviendo un buen momento para la traducción ya que, por fin, se reconoce socialmente. Cada vez más editores buscan buenos traductores y ya incluyen su nombre en la portada, de manera que un buen traductor es un valor añadido.
El editor cuenta que Fórcola es una pequeña editorial que cumple diez años publicando ensayo y ahora ha creado una nueva colección de narrativa. La novela de Amelia es una narrativa poco usual, rasgo característico en dicha colección. Sin embargo, entre lo más vendidos hay mucha traducción. En Francia por ejemplo es muy raro que traduzcan de otros idiomas, se leen mucho a sí mismos. La editorial abre la colección de narrativa esencialmente porque Javier quería publicar esta novela.
Carlos comenta que es muy frecuente un escritor que hace una traducción y a nadie le sorprende, pero no es tan común un traductor que hace una novela. Él piensa que la destreza verbal en la novela de Amelia tiene mucho que ver con los años trabajando con las palabras de otros, lo lanza como tema.
Amelia contesta que hemos hablado mucho de si llegamos a ser traductores porque nos gusta escribir. A Amelia lo que le duele es que cuando un escritor traduce un libro ya es garantía de calidad pero cuando es un traductor el que escribe una novela todavía hay pies de plomo. Es como que te has hecho traductor para publicar como sea. Todo forma parte de la misma inclinación, la traducción y la escritura es un oficio y es muy difícil separarlo. Es utilizar una destreza lingüística y aplicarlo en un campo o en otro. Si estas traduciendo quieres que el lector lo entienda, a partir de ahí ya buscas la palabra que mejor quede, vas afinando musicalidad etc. Una y otra, traducción y escritura, son una manera de respirar. Cuando traduce le da la tranquilidad de que todo está ahí y solo tiene que sacarlo y cuando escribe no tiene nada y todo lo que pueda salir mal es culpa suya, mientras que cuando estas traduciendo puedes meter la pata igual, pero con unas limitaciones que te impiden perderte. Intenta trasmitir todos los matices que se encuentra, la época, etc. Una de las mayores diferencias es la libertad.
Los dos han hecho traducciones, Carlos del alemán, y Amelia del inglés e italiano. Los dos han afrontado traducciones de envergadura. ¿La escritura para vosotros es un refugio, un remanso, una voz interna que hay que sacar? ¿Viene antes la escritura que la traducción?
Carlos. Viene antes la escritura que la traducción. Para él la traducción es como un género más. Podría decir que una variante más emocionante porque no sabe lo que va a pasar. La seguridad que tienes con la traducción de que la vas a hacer no la tienes con la escritura.
Amelia. Para ella cada cosa es un descanso de la otra. Tienen un hilo común pero son distintos sus planteamientos y la manera de abordarlo. Es un descanso traducir ensayo con respecto a traducir novela, y también escribir respecto a traducir.
¿Qué porcentaje hay en la novela de lo traducido?
Amelia. Nada porque cuando escribió esta novela no había traducido literatura. El manuscrito tiene ya varios años y lo dejó hasta ahora que lo ha revisado. En lo que escribe hay más de lo que ha leído porque la mochila de traducción narrativa estaba vacía, ha estado dedicándose a la traducción técnica.
¿Son distintos los hábitos de escritura al traducir que al escribir?
Carlos. Escribe en el tren, en cualquier sitio, no necesita nada, no tiene manías. Lo que sí es diferente con la traducción es la documentación, es de emergencia, lo que necesitas, mientras que en el caso de escribir la documentación puede ser extensa, de horas, incluso puede llevarte a cambiar el argumento.
Amelia. Antes tenía manías pero las tuvo que dejar para adaptarse al ritmo de sus hijos con sus etapas.
Carlos. Escribe cuando puede, mientras que la traducción sí se hace de forma reglada.
Amelia. Puede traducir en cualquier sitio, pero no escribir. Sin embargo no es tanto el sitio como la fase en la que estás en la novela. Hay veces que tienes una idea y se escribe en una servilleta si hace falta, y otras veces estás sola y en silencio y no te sale nada. Hay una serie de factores que no son controlables.
En cuanto a la novela El pulso de la desmesura:
Maquetar una novela de estas características es muy complicado, está determinada por escalones en el texto, ha habido que cambiar algunas palabras para que se ajustaran a en las líneas porque era tan importante lo que se decía como el impacto psicológico y visual. Javier lo compara con los poemas futuristas de los años diez, como aquellos poemas que reproducían por ejemplo un avión, y como el poema se pone al servicio de lo físico.
Al leer el texto da la sensación de estar todo el rato escuchando, es una novela fonética. Si el significado se lo permite Amelia utiliza una palabra más o menos largo por lo fonético. Hay una intención oral y un chorro de voz constante.
Lo escribió de un tirón. Estuvo meses dándole vueltas, tenía la historia y el tema, lo que quería transmitir, y le costó mucho dar con la manera de contarlo. Cuando la encontró puso al personaje y todo al servicio de lo que quería contar. La primera persona no valía en esta historia porque resultaba plana, parecía una confesión, entonces se le ocurrió que hablara con un interlocutor, una combinación de primera y segunda persona. Cuando todo eso encajó le salió de un tirón, al menos toda la primera parte. La novela tiene una estructura circular.
Amelia confiesa que corrige mucho siempre porque a ella la molesta como lectora y como traductora las cosas que sobran y deslucen lo bonito. En esto la influye mucho la traducción.
Nos cuenta con simpatía que su novela no era acogida por ninguna editorial porque era diferente. Esto da pie a un pequeño debate sobre el rechazo de manuscritos que no están en la tendencia el mercado editorial, sobre la periodicidad de ciertos temas, la construcción de un bestseller, etc.
Volviendo a la novela el pulso de la desmesura, es muy visual, podría ser una película, tiene un lenguaje muy depurado, entra sola, tiene un ritmo frenético y la voz magnética del personaje te atrapa. Está plagada de erotismo.
Empieza in media res con un personaje que ya conoces en la cubierta. A Amelia le gusta que la imagen esté difuminada, ya que en el texto no se dice donde está ubicada, la edad, etc. Todo está compuesto de indeterminaciones, muchas cosas tenían que quedarse en la sugerencia, la novela concede mucho espacio a la imaginación del lector, da muchas lecturas.
Hasta la próxima.